miércoles, 17 de febrero de 2010

CONDENACIÓN Y SALVACIÓN ETERNAS - en you tube -


CAPITULO XXIII 

CONDENACIÓN Y SALVACIÓN ETERNAS 

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Tenemos en nuestra Fraternidad semanalmente algunas clases dedicadas al desarrollointelectual de nuestra naturaleza, pero el servicio de la noche del domingo, con la alocución, está destinado a la expansión del corazón. Nuestros lectores saben ya que la Fraternidad Rosacruz se propone combinar la inteligencia con el corazón, y por esta razón todas las alocuciones del domingo deben ser principalmente una llamada al corazón, para hacer vibrar sus cuerdas. Es algo que necesitamos más que nada, mucho más todavía que el desarrollo intelectual. En nuestra época de civilización estamos muy propensos al fomento del intelecto, buscando siempre explicaciones a nuestros problemas que satisfagan a la mente exclusivamente, y olvidando aquellas que apelan al corazón. Por esta circunstancia trataré de conducir a los que me escuchan más bien hacia una forma de meditación que se incline de preferencia del lado del corazón, que al de la cabeza y cuyas exhortaciones pueden servir tanto al escritor como a cualquier otro. 

El Hermano Mayor que ha sido mi Maestro durante algún tiempo, me indicó la semana pasada que la alocución del último domingo debería repetirse en otra forma para que pudiésemos iniciar la fase de nuestra filosofía que actualmente exige nuestra mayor atención, es decir nuestra preparación para una labor más elevada. Si miramos al hombre tal como es ahora, obtenemos solamente una vista parcial de él, porque el hombre, como todo lo demás, está en constante transformación evolutiva, y si no nos preparamos para esta evolución, no podremos alcanzarla. Por este motivo es necesario que nuestra vista mental esté constantemente dirigida hacia el futuro para saber lo que nos espera mañana, siendo igualmente indispensable que tratemos de vivir en consonancia con nuestros ideales, porque únicamente viviendo con la vista puesta en ellos, podremos algún día alcanzarlos. 

Cuando hemos alcanzado algún ideal, éste ya deja de serlo. Hubo un tiempo en que algunos de nosotros comíamos carne. Semejante alimento se obtiene por medio de una tragedia, destruyendo algo que tiene vida. Por lo tanto pensábamos que seria mejor dejar esta costumbre y después de cierto tiempo llegamos a ese ideal y nos hicimos lo que somos hoy: vegetarianos. Entonces la alimentación vegetariana ya no era ningún ideal para nosotros, porque lo habíamos alcanzado. Así pasa en la vida espiritual: hay ideas que están más y más arriba y las cuales debemos tratar de conservar como tales, para que con el tiempo podamos alcanzar y vivir en armonía con las aspiraciones más elevadas que existen dentro de nosotros. 

Ahora trataremos de la materia que en las distintas Iglesias es conocida bajo la denominación de: "Condenación y salvación eternas". Seguramente hemos oído muchas veces en los años pasados que los predicadores en las iglesias hablaban del infierno e insistían en la necesidad de ocuparse del problema de la salvación para evitar la condenación eterna. Entonces, quizá desconfiando de tal doctrina, quizá irritados por la idea de que un Creador haya creado seres para luego atormentar a la gran mayoría de ellos, determinamos separarnos de esas iglesias y buscamos otras religiones o filosofías. 

Algunos de nosotros se habrán dirigido a las religiones orientales que enseñan la continuidad dé la vida y el proceso mediante el cual el hombre evoluciona y últimamente llega a ser un dios. Quizá, estudiando estas doctrinas, habremos sacado de ella la idea de la infinidad del tiempo, hasta el punto de dirigir reproches al Mundo Occidental, porque hay gentes que piensan que la infinidad del tiempo las dispensa de aquella actividad a la cual estamos acostumbrados aquí. La doctrina que enseña la "condenación y la salvación eternas", ha sido dada al Mundo Occidental, y aunque no podemos aceptarla tal como se enseña por la Iglesia ortodoxa, debemos confesar que esta doble doctrina contiene una gran verdad. 

La inteligente comprensión de ellas depende de la derivación de la palabra "eterna". En la Biblia griega encontramos la palabra "aionian". Si abrimos un diccionario veremos que esta palabra significa "época de duración de un periodo indefinido de tiempo". En la epístola de Pablo a Filemón, donde le dice que le envía otra vez el esclavo Onésimo, añade: "Quizá era conveniente que él fuese separado de vosotros durante una temporada, para que vuelva luego a vuestro lado para siempre (aionian)". Ni Onésimo ni Filemón eran inmortales, así es que "aionian" puede significar solamente "para una parte de una vida", y no para la eternidad: vemos por consiguiente que no podemos interpretarlo en este último sentido. Pero ¿cómo hemos de interpretarlo entonces?. 

Mirando alrededor de nosotros en este mundo y contemplando el proceso de La evolución, podemos comprobar que en toda la peregrinación del espíritu desde el estado más material hasta el mas divino hay una progresión eterna: que hay además muchas etapas y puntos de descanso, donde el espíritu toma reposo antes de proseguir su marcha. Los que hemos estudiado en nuestra filosofía las distintas épocas y los periodos anteriores a la época, recordamos la afirmación de que la primera verdadera separación de los pueblos tuvo lugar en la última parte de la Época Lemuriana. Entonces existía lo que se puede llamar un pueblo escogido; había cierta división en los cuerpos de deseos de algunos de los pueblos que vivían en aquel país en tal época. El espíritu humano o Ego podía entrar en aquellos en los cuales el cuerpo de deseos estaba dividido, existiendo así en la formación de su organismo alguna materia de deseos de clase superior, y de esta manera ellos se convirtieron en el tipo de hombre tal como le conocemos hoy en día. Aquella fue la primera raza; después, gradualmente, evolucionaron otras: siete durante la Época Atlante y cinco hasta ahora en la Época Aria. Habrá dos más en esta Época y una en la Sexta Época, y entonces se acabará todo lo que se relacione con las razas. 

Ahora bien; durante todo este proceso de evolución y el progreso continuo de esta enorme masa de espíritus de jornada en jornada, ha habido algunos rezagados en el camino. Aun cuando no éramos todavía concientes, hubo algunos que no progresaban con su clase por faltarles la elasticidad de los demás, y por esta razón no pudieron dar el paso siguiente en la evolución. Actualmente hemos llegado al momento en el que tienen lugar los cambios más rápidos, donde hay menos intervalo que nunca entre las razas. Así se explica que los Hermanos Mayores consideren las diez y seis razas de un modo que justifica el nombre de "los diez y seis senderos de la destrucción. 

He aquí nuestra lección. Para cada uno de nosotros hay un paso que dar de una raza a otra.
Hemos pasado por las razas de la Época Lemuriana, las siete de la Atlántida y la primera de la Época Aria. Hemos progresado con los demás; cada vez hemos pasado con éxito por el punto donde se hizo una división, y de este modo hemos alcanzado la salvación. Exactamente lo mismo para con los niños que desde la escuela de párvulos llegan al colegio; algunos quedan retrasados cada año; tienen que quedarse atrás y aprender las lecciones que no aprendieron el año anterior; pero se les da otra oportunidad. Igualmente hay siempre algunos Egos retrasados y otros más diligentes que están a la cabeza de los demás. 

Esta es la pregunta a la cual todos nosotros tenemos que contestar esta noche: ¿Vamos a estar entre los rezagados o vamos a aplicarnos como debemos y podemos?. Habiendo recibido esta maravillosa doctrina y conociendo la hermosa verdad de la continuidad de la vida, ¿vamos a retrasarnos y decirnos "hay mucho tiempo por delante, añadiendo, no creemos en esta doctrina de la condenación eterna porque sabemos que todos serán salvados en su tiempo?" 

Habrá algunos que llegarán antes que otros, y habrá también unos pocos que quedarán atrás. 

Pero la cuestión es la de saber si vamos a ser una ayuda o un estorbo para nuestra raza. Entre los pueblos del Mundo Occidental ocupamos hoy la primera fila; tenemos entre manos una filosofía que explica mejor que ninguna otra los problemas de la vida. Y surge la pregunta: ¿vamos a emplear esta filosofía de un modo práctico aplicándonos a vivirla realmente- vivirla en nuestra vida diaria? 

No importa lo que creemos, sino solamente cómo vivimos; no es una cuestión de fe, sino de demostrar nuestra fe por medio de obras. ¿Hemos inscripto nuestros ideales en nuestra vida diaria? La gente que nos rodea nos mira y ve en nosotros un ejemplo de lo que ellos deberían ser o de lo que no deberían ser. Domingo tras domingo escuchamos estas enseñanzas, aprendemos las lecciones de la vida y meditamos sobre la palabra "servicio"; pero ¿hasta qué punto vivimos según aquel ideal? ¿Prestamos servicio en el mundo? ¿Andamos por el mundo para practicar estas cosas, para vivir en él la vida correspondiente y ofrecer en consecuencia una demostración ejemplar de las enseñanzas recibidas aquí? Ninguno de entre nosotros puede decir que lo hace lo mejor que puede; todos pecamos de quedarnos muy cortos. 

Entonces surge esta pregunta: ¿Es que el ideal es demasiado elevado? No, no lo es. Hay una manera de vivir mejor cada día y con más provecho y que ahora vamos a indicar. 

Todos los que no han empezado con los ejercicios recomendados en nuestra literatura deberían pensarlo seriamente y decidirse de una vez. Yo aconsejo decididamente a todos que lo hagan, porque nosotros, los que los practicamos, notamos un progreso interior, y aunque otras personas en contacto con nosotros no se den cuenta de ello, el progreso existe. No es posible que día tras día repasemos nuestros pensamientos y actos sin que vivamos una vida individual mejor y nos convirtamos en hombres y mujeres mejores. Los dos ejercicios recomendados no son difíciles ni requieren mucho tiempo; no se nos exige tampoco que distraigamos para ello el tiempo que deberíamos dedicar a nuestra labor profesional para proporcionarnos nuestro sustento. Esto estaría tan mal hecho como si quitásemos el pan que corresponde a algún otro miembro de la familia y nos lo comiéramos nosotros. Cualquier clase de egoísmo ha de ser evitado. Deberemos tratar de mejorar nuestras condiciones personales día tras día, y así hacernos siempre mejores, para poder procurar una vida más abundante a nuestra Fraternidad. 

Los probacionistas que practican los ejercicios y se identifican de este modo con lasenseñanzas rosacruces ejercerán una influencia más beneficiosa y poderosa a la vez de lo que les sería posible alcanzar de otro modo. Por esta razón yo quisiera insistir otra vez y no lo repetiría más si no fuera por solicitud especial hecha para que todos los que quedan se acostumbren a hacer estos ejercicios y traten de vivir en consecuencia, porque solamente viviendo la vida superior nos podemos preparar debidamente para el progreso futuro. 

Cada vez que el Sol pasa por un nuevo signo del Zodíaco, la humanidad recibe un nuevo impulso espiritual. Este impulso necesita un cauce por donde pueda fluir, y este cauce tiene que estar preparado de antemano y capaz de vibrar al unísono con el impulso. Y si no hay algunas personas preparadas que puedan recibir su vibración e irradiarla luego fuera de sí, la enseñanza relacionada con aquel impulso espiritual no puede darse. 

Hemos leído que durante diez y nueve siglos se está esperando la segunda venida de Cristo y que en tiempos de los Apóstoles algunos Le esperaban ya y pensaban que Él establecería un reino terrestre. Igualmente en nuestros días hay gentes que Le están esperando pero en persona. Pero como dice Ángelus Silesius: 

"Aunque Cristo naciera mil veces en Belén, 

"Y no dentro de ti mismo, tu alma estará perdida. 

"En vano mirarás a la Cruz en el Gólgota 

"A menos que dentro de ti se haya levantado." 

Como un diapasón templado según una vibración determinada empezará a sonar cuando otro del mismo tono sea tocado, igual nos pasará a nosotros; cuando estemos puestos a tono con las vibraciones de Cristo, estaremos capacitados para expresar el amor que Él vino a enseñar a la humanidad, y que nosotros estamos inculcando mediante nuestro servicio de las noches del Domingo. Hasta que no vivamos de acuerdo con aquel amor y percibamos al Cristo dentro de nosotros, no podremos ver al Cristo fuera. Nos conviene recordar esta pequeña poesía: 

"No perdamos el tiempo anhelando por cosas luminosas e imposibles. 

"No nos sentemos esperando que nos nazcan las alas de ángeles 

"No nos quejemos por ser una lucecita; no todos nosotros podemos ser estrellas 

"Pero todos podemos iluminar las sombras brillando precisamente en el sitio donde nos 

hallemos. 

del libro "Enseñanzas de un Iniciado", de Max Heindel 

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