miércoles, 17 de febrero de 2010

RESORTES SECRETOS - en you tube -


CAPITULO IX

LUZ MÍSTICA SOBRE LA GUERRA MUNDIAL
Primera Parte

RESORTES SECRETOS

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Es cosa sabida de los estudiantes de las enseñanzas Rosacruces que como espíritus somos inmortales, sin principio ni fin; que hemos ido a la gran escuela de la experiencia durante muchos días de vida en el pasado, vestidos cada vez con el cuerpo de otro niño de textura más y más fina, en el cual hemos vivido durante una temporada, algunas veces de pocas horas, y otras de una vida entera, y cuando un día de esta escuela de la vida se hubo terminado, nos desprendíamos de esta envoltura mortal ya desgastada y decrépita, para volver a nuestro celeste hogar para descansar y asimilar durante la noche de la muerte las lecciones aprendidas, para volver luego a renacer y reanudar nuestras lecciones en el punto donde las habíamos interrumpido la última vez.
Durante cada uno de aquellos días pasados en la escuela de la vida encontramos a otros espíritus y formamos lazos de amor y de odio y después de vidas posteriores nos encontramos otra vez con ellos para que las deudas del destino así contraídas pudiesen ser liquidadas, y de aquí que nuestros amigos de hoy son los de las vidas pasadas y nuestros enemigos lo mismo.
De este modo estamos continuamente tejiendo la tela del destino en el telar del tiempo, y creando para nosotros mismos un vestido de gloria o de pesadumbre según nuestro modo de obrar bueno o malo.
Pero nosotros no creamos solamente nuestro destino individual porque, como dice el proverbio, "nadie vive para sí mismo". Estamos agrupados en familias, tribus, razas y naciones, y además de nuestro destino individual estamos ligados por los destinos de la familia y de nación, porque estamos bajo la guarda de los ángeles y arcángeles que actúan como espíritus de familia y de raza respectivamente. Son estos grandes espíritus los que imprimen en nuestros átomos-simiente las formas y expresiones raciales del cuerpo físico.
También plantan los cariños y odios nacionales en los átomos-simiente de nuestros vehículos más finos, porque el espíritu de raza está flotando como una nube por encima del país habitado por sus pupilos, y éstos extraen toda la materia para sus cuerpos superiores de esta atmósfera. En este espíritu de raza, ellos propiamente dicho, viven y se mueven y tienen su ser, y de él están formados sus vehículos. Y más aún, con cada respiración inhalan a este espíritu de raza, siendo una verdad indudable que él esta más cerca de ellos todavía que sus pies y manos.
Es este espíritu de raza el que les inculca el amor u odio hacia otras naciones, determinando así las relaciones de desconfianza y adversidad entre algunas naciones y la simpatía y buena fe entre otras.
Según las enseñanzas Rosacruces cada espíritu renace dos veces en el tiempo que tarda el Sol, por presesión, de pasar por un signo del Zodiaco, una vez como hombre y otra cómo
mujer. Esto sucede así para que el espíritu obtenga toda la experiencia posible de aquel signo bajo el punto de vista de los dos sexos. Existen muchas modificaciones de esta regla según las necesidades individuales de los espíritus porque no es una ley ciega, sino que está administrada por grandes seres llamados Ángeles del Destino en la terminología cristiana. Es su deber observar el reloj del destino y notar cuándo ha llegado el momento de recoger la cosecha del pasado, y esto se aplica tanto a los individuos como a las naciones. Por consiguiente, si estudiamos las características de las naciones envueltas ahora en una lucha gigantesca, y al mismo tiempo los fines por los cuales luchan, y si miramos hacia atrás en la historia, no se necesita videncia de ninguna clase, ni intuición apenas, para darse cuenta de cómo las causas de la gran guerra fueron engendradas en el remoto pasado.
Algunos historiadores han sugerido en efecto la idea de que los hijos de Albión son la reencarnación de los antiguos romanos. Según las investigaciones ocultas esto no es rigurosamente exacto, porque existe cierto número de linajes extraños. Pero estos últimos han quedado de tal modo fusionados con la raza dominante, que lo anteriormente dicho puede ser considerado como prácticamente un hecho.
Recordando la historia, de Roma veremos que el espíritu democrático, después del reinado de los primeros siete reyes, se manifestó en la formación de una república, la cual inició luego una guerra de agresión para obtener el dominio del mundo, y en el curso de esta campaña Roma fue envuelta en una lucha con Cartago para decidir el dominio sobre el Mediterráneo.
Para poder extenderse hacia el Oeste los romanos trataron de expulsar a los cartagineses de Sicilia. En aquella época Cartago era un gran poder marítimo, pero fue vencido por los
romanos en el año 260 antes de la era cristiana. Después de esta victoria Roma llevó la guerra a África y fue al principio victoriosa, pero Régulo, el cónsul que se quedó allí, fue derrotado finalmente y hecho prisionero. A esto siguió una serie de desastres romanos en el mar, y Cartago estuvo a punto de reconquistar más de lo que había perdido en Sicilia, cuándo Tetulus, otro cónsul romano, obtuvo otra victoria sobre los cartagineses en el año 241, los cuales tuvieron que evacuar Sicilia y las islas adyacentes. Así terminó la primera guerra púnica, que había durado veintidós años.
Pero no era tan fácil dominar por completo a Cartago. Viendo que Roma era su adversaria en el mar, los cartagineses reanudaron las hostilidades tomando posición en España, y su gran general Aníbal, que odiaba a Roma profundamente, tentó su conquista en la segunda guerra púnica, que fue declarada en 218 antes de Cristo. Sus planes fraguados en secreto fueron llevados a cabo con suma rapidez: Atravesó los Pirineos por España y Francia, así como los Alpes, dominando todos los obstáculos y llegó a la Galia Cisalpina con sólo veintiséis mil sobrevivientes de un ejército compuesto de cincuenta y nueve mil hombres. Después de varias derrotas de los romanos se llegó a la gran batalla de Cannes en el año 216 A. J., donde Aníbal obtuvo una victoria completa. Macedonia y Sicilia se declararon a favor de los conquistadores y Aníbal marchó sobre Roma.
Pero hallando esta ciudad demasiado fuerte para él, se retiró hacia el Sur de Italia donde
finalmente fue derrotado y Cartago se vio en la necesidad de pedir la paz. Así Roma se hizo dueña del Mediterráneo.
Pero el odio de Aníbal quedó vivo, y cuando él y sus compatriotas renacieron en Prusia, mientras los antiguos romanos aparecieron otra vez en las Islas Británicas como amos del mar, era inevitable que con el tiempo estallase un gran conflicto. Igual que las antiguas guerras púnicas han engendrado el reciente conflicto mundial, así esta gran guerra traerá en su tiempo una renovación de la lucha, a menos que demostremos un espíritu de bondad con el adversario vencido, en vez de tratarle como lo hizo Roma antiguamente, sin piedad ni consideración. Es preciso que se ponga a los imperios centrales en la imposibilidad de hacer daño a los demás. Es absolutamente necesario que el mundo quede asegurado contra una repetición de esta catástrofe, pero las medidas adoptadas para garantizar esta finalidad deben ser tales que no solamente aseguren la paz para esta vida, sino también para aquellos futuros días de vida, en los que nos encontraremos en otra apariencia exterior con aquellos con los cuales estuvimos hace poco luchando.
Se debe hacer justicia, pero siempre templada con la misericordia, con el fin de evitar la continuación perpetua del odio y por esta razón las medidas tan duras como por ejemplo el boicot industrial, son injustas. Debería ser suficiente procurar que los imperios centrales no obtuviesen del comercio mundial más que una parte equitativa.
La nación americana recién formada que no está todavía bajo la dominación de ningún espíritu de raza, ve más imparcialmente, y por ende más claramente, que ninguna otra, lo que es justo.
Por esta razón es de desear que las ideas americanas de justicia prevalezcan.
Debemos recordar que con una injusticia no será nunca posible corregir otra, y que debemos vivir y dejar vivir.

del libro "Enseñanzas de un Iniciado", de Max Heindel


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