CAPÍTULO XXVI
LA PEREGRINACIÓN A TRAVÉS DEL DESIERTO
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Nuestro asunto está tomado de la historia bíblica del "Templo en el Desierto", y trataremos de interpretarlo desde el punto de vista Rosacruz. Puede parecer a los que no han estudiado nuestras enseñanzas que una interpretación es tan válida y tan digna de crédito como otra, pero una nueva consideración del asunto puede originar una opinión algo distinta. San Pedro dice en su segunda epístola, capítulo primero, versículo 20: "Sabed en primer lugar, que ninguna profecía de las Escrituras puede ser objeto de una interpretación particular." En nuestra vida diaria admitimos que, si nuestra opinión sobre cualquier asunto ha de ser considerada como de algún valor, debe estar fundamentada sobre cierta cantidad de conocimientos respecto al asunto. El testimonio de testigos en un tribunal de justicia está basado sobre este mismo principio. Si una persona bien calificada por sus estudios o su experiencia emite una opinión sobre un asunto determinado, se la escucha con respeto y consideración. Debiera ser lo mismo con aquel que interpreta las santas Escrituras.
Ya hemos mencionado que San Pedro dice que las Escrituras no son de interpretación privada. Los católicos romanos han venido afirmando desde hace muchos siglos (y han sido censurados por hacerlo) que ellos constituyen una autoridad para interpretar las Escrituras.
Hay algún fundamento en esta afirmación, porque todos los Papas que ha habido en el Vaticano, con una sola excepción, han tenido su vista espiritual desarrollada.
No queremos proclamar que los Papas han manejado su poder con sabiduría, pero de todos modos no han sido unos directores ciegos conduciendo a otros ciegos. San Pedro se hace a sí mismo semejante atribución diciendo: "No hemos contado fábulas de libre invención cuando os hemos revelado a vosotros el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino que hemos sido testigos oculares de Su Majestad." (II San Pedro, 1-16) ¿No he visto yo a Jesucristo Nuestro Señor?", dice San Pablo en el capítulo 9 de la primera epístola a los corintios y en el versículo primero.
Hay, por consiguiente, un fundamento para sus escritos y sus enseñanzas, y este fundamento es el que ellos han visto y han oído. Podríamos ir más lejos aún y demostrar que los que estaban asociados con Cristo cuando El estaba en la Tierra, tenían también vista espiritual.
Fueron llevados al Monte de la Iniciación, donde vieron a Moisés y a Elías, que habían muerto los dos hacía mucho tiempo y no estaban por lo tanto en el mundo físico. Sin embargo, ellos les vieron, y además vieron y oyeron cosas de las que no pudieron hablar. Por consiguiente, por el desarrollo del sexto sentido, del sentido espiritual, ellos tenían un fundamento para su enseñanza. Estaban capacitados para interpretar la enseñanza que les fue dada y cuya prueba se les había demostrado.
En la Fraternidad Rosacruz no creemos que el poder de la vista espiritual se dé solamente a unos pocos, sino que es una facultad que debe ser adquirida por todos los seres humanos en el curso de su desarrollo espiritual. Algún día tendremos todos vista espiritual y entonces veremos que las cosas arriba mencionadas son verdad. Hay alguno entre nosotros que han desarrollado ya la vista espiritual, y por este desarrollo han adquirido la facultad de mirar detrás del velo, de leer en la Memoria de la Naturaleza, y de encontrar allí, reflejadas desde un mundo superior, las causas que han producido nuestra civilización actual. Algunos pueden también leer en el porvenir y así conocer la labor futura de la evolución. Las santas Escrituras no han sido estudiadas por el autor e interpretadas según su entendimiento personal, sino que esta información es el resultado de una comprensión obtenida por medios de la visión espiritual.
En primer lugar hay que comprender, como queda dicho previamente al hablar de los misterios cristianos, que los cuatro Evangelios no son solamente relatos de la vida de un solo individuo, escritos por cuatro personas diferentes, sino que son símbolos de distintas iniciaciones. San Pablo dice: "Hasta que Cristo se forme en vosotros." Cada uno atravesará algún día los cuatro períodos descritos en los cuatro Evangelios, porque cada uno está desarrollando el espíritu de Cristo en su interior. Y al decir esto de los cuatro Evangelios, podemos aplicarlo también a una gran parte del Antiguo Testamento, porque es un libro maravilloso de ocultismo. Cuando recogemos patatas, no esperamos encontrar sólo patatas y ninguna tierra; tampoco debemos esperar al ahondar en el libro que llamamos la Biblia, que cada palabra sea una verdad oculta, porque como debe haber tierra entre las patatas, así también debe haber escoria entre las verdades, ocultas de la Biblia.
Los cuatro Evangelios fueron escritos de tal manera que sólo aquellos que tienen el derecho de saber puedan descubrir el verdadero significado y comprender los hechos subyacentes.
Así, igualmente, en el Antiguo Testamento encontramos grandes verdades ocultas que se transforman en lúcidas el día que podemos mirar detrás del velo. Hay muchos actualmente que tienen que renunciar a la vista oculta con el fin de dominar las condiciones de la evolución material y así perfectamente para obtener éxito en el mundo material. Pero nosotros los del mundo occidental estamos ahora sobre el arco oculto; estamos en la orilla del mar oculto, donde individualmente recogeremos las perlas del saber que han estado escondidas por la materia que nos ha cegado.
Ahora vamos a discutir una forma de iniciación descrita en una parte de la Biblia, relatando el viaje del hombre desde la arcilla hasta Dios. Al abrir la colección de Escrituras llamadas la Biblia vemos que empiezan con cinco libros, los cuales son comúnmente llamados los Libros de Moisés. En ellos se relata la emigración de un llamado "pueblo escogido", desde Egipto a un país prometido, y cómo pasaron por el agua llamada "Mar Rojo", conducidos de un modo llamado sobrenatural; después de largos años, y después de haber perecido muchos de los que habían iniciado aquella emigración, llegaron finalmente al país prometido. Y sin embargo, San Pablo en su epístola a los hebreos habla de aquel pacto como no habiendo podido ser cumplido, porque aquello que hubiera debido cumplirse, fracasó. Esto es exacto. Cuando hacemos una ley, queda siempre un medio para quebrantarla, y por esta razón es imposible que la ley pueda salvarnos.
Hubo un tiempo, cuando la humanidad estaba en un estado tal que era imposible guiarla sin la ley, ley que indicaba en todos los casos lo que ellos debían hacer y lo que no debían hacer en cada caso que se les presentaba. Era, por consiguiente, la misión de su caudillo darles tales leyes, y éstas fueron incorporadas en los cinco Libros de Moisés. Históricamente hablando, los israelitas fueron un pueblo que no emigró de Egipto a Palestina, sino que fue llevado por sus gobernantes desde la hundida Atlántida, donde la humedad condensada de la atmósfera provocó inundaciones que hicieron el país inhabitable, a la parte central de Asia. Estos hombres y mujeres habían sido seleccionados como núcleo de una raza escogida, y desde entonces se han convertido en lo que se llama hoy raza aria. Aparte de esta interpretación histórica hay en este relato una gran lección espiritual, particularmente aquella parte del relato que estamos considerando aquí.
En el "Concepto Rosacruz del Cosmos" hay una ilustración representando a dos hombres en la esquina de una calle y el uno derriba de un golpe al otro. Un observador podría decir que un pensamiento de cólera derribó a aquel hombre. Otro diría lo contrario declarando haber visto el brazo levantado y un golpe asestado en la cara de aquel hombre, ocasionando su caída. Esta última versión es verdadera, pero también hubo un pensamiento y el brazo no sería más que un instrumento irresponsable. Es el pensamiento el que lo mueve todo, y cuando miramos el lado escondido u oculto de los efectos, obtenemos una concepción mucho más profunda de las causas. Desde este punto de vista hablaremos del Templo en el Desierto.
En nuestra Biblia hay una descripción de los primeros habitantes de la Tierra. Son llamados Adán y Eva; pero debidamente interpretado esto significa la raza humana, la cual gradualmente se arrogó el poder de la procreación y de este modo se convirtieron los espíritus humanos en agentes libres. De este modo la humanidad recibió una libertad y se la hizo responsable ante la Ley de Consecuencia, porque se había arrogado el poder de crear nuevos cuerpos; quedando entonces separada del Árbol de la Vida y del estado que hoy conocemos como etéreo. Cuando se nos dice que tenemos un cuerpo vital hecho de éter y que éste es el árbol de la vida para cada uno, y que nos facilita la vitalidad, gracias a la cual podemos mover el cuerpo, entonces podemos comprender por qué el poder de crearnos de nuevo y regenerarnos nos fue quitado por recelo de que acaso no aprendiésemos la manera de vitalizar el cuerpo denso imperfecto; y también vemos el por qué, según dice la Biblia, se colocaron querubines en la entrada del Jardín del Edén con espadas de fuego para guardar aquella región.
Este relato se hace al principio de la Biblia; pero al final del libro, en la Revelación, se nos habla de una ciudad donde reina la paz entre sus habitantes. Dos ciudades son mencionadas en la Biblia; una la de Babilonia, ciudad de tristeza y de tribulación, donde se inició la confusión, donde los hombres quedaron por primera vez apartados los unos de los otros; donde ceso la fraternidad; y después se describe otra ciudad, una Nueva Jerusalén, en la cual habrá paz. También se nos dice en la Revelación que en esta Nueva Jerusalén está el Árbol de la Vida, simbolizando el poder de nuestra generación, por el cual volveremos a tener aquella salud y belleza que ahora nos falta.
Este poder nos fue quitado por nuestro bien. No fue hecho maliciosamente para que el hombre sufriera penas y dolores, sino porque sólo mediante repetidas existencias en un cuerpo inferior nos sería posible aprender a construirnos un vehículo que tuviese la capacidad de inmortalizarse. El hombre descendió gradualmente del estado etéreo hasta su actual condición sólida. El podía morar en aquel estado etéreo tan fácilmente como puede habitar actualmente en los tres elementos del mundo físico. En el pasado estado etéreo estaba en contacto interno con las corrientes de la vida, con las cuales estamos ahora en contacto inconsciente. El era entonces capaz de centralizar la energía del Sol en su cuerpo y de hacerla entrar de un modo distinto del empleado actualmente. Este poder le fue quitado gradualmente cuando entró en el estado más sólido de la época presente.
Entonces empezó la peregrinación por el desierto, un desierto de espacio y materia; y continuaremos caminando de este modo hasta que volvamos a entrar en la región etérea de un modo consciente -aquella región o reino llamado el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, donde imperara la justicia y habrá desaparecido el pecado. Actualmente estamos aún caminando por el desierto del espacio, como lo comprenderemos si estudiamos la Biblia sin discernimiento.
No la versión inglesa, por supuesto, como fue preparada por los traductores que fueron impelidos por un edicto del rey Jacobo, instruyéndoles de modo que no tradujesen aquello que podría alterar de algún modo las creencias existentes en aquella época.
Lo primero que aprendemos desde el punto de vista oculto respecto al templo construido en el desierto, es que Moisés fue llamado sobre la montaña y allí le fueron enseñados ciertos proyectos. En el Concepto Rosacruz del Cosmos habremos leído que en el mundo celestial hay cuadros de proyectos-arquetipos. En la lengua griega existe la palabra "apxn", que significa "en el principio", esto es, el comienzo. El Cristo dijo de Sí mismo, o, mejor dicho, el iniciado que comprende Su divinidad dice: "Soy el principio (apxn) y el fin." En aquella palabra "principio" (apxn) hay el núcleo de todo lo que tenemos aquí.
En el templo había un arca que estaba dispuesta de tal modo que los palos no podían o no debían ser quitados de ella, debiendo aquellos palos, durante toda la caminata por el desierto, permanecer en su sitio. Nunca fueron quitados hasta que el arca fue introducida en el templo de Salomón. Aquí se nos enseña que cierto símbolo, un arquetipo, algo que viene desde el principio, está hecho de tal manera que puede ser impelido en cualquier momento hacia adelante. En aquella arca estaba el núcleo alrededor del cual se concentraba todo lo que había en el templo. Allí estaba la vara mágica de Aarón, el vaso con el maná y las dos tablas de la ley.
Hemos descrito un símbolo perfecto de lo que el hombre es realmente, porque mientras esté caminando por este valle de la materia y viajando constantemente de un sitio a otro, los palos no serán quitados nunca por ninguna razón. No se quitarán hasta que el hombre llegue a aquel estado simbolizado en la Revelación donde se dice: "A aquel que salga vencedor le convertiré en un pilar del templo de mi Dios, y no saldrá más de allí."
Durante todo el tiempo transcurrido desde el momento en que el hombre comenzó su pasaje por la materia, ha tenido. este espíritu de peregrinación. No se queda nunca estacionario.
Constantemente se levantaba el templo y el arca era llevada más adelante a un nuevo lugar.
Asimismo, el hombre es llevado de un lugar a otro y de unas condiciones y ambientes a otros.
No es una caminata sin finalidad, porque su meta es la tierra prometida, la Nueva Jerusalén, donde habrá paz. Pero mientras el hombre esté en esta caminata debe saber que no tendrá descanso ni paz en ella.
Esto es el resultado del quebrantamiento de la ley que el hombre ha perpetrado en cierto modo. En el principio no fue decidido que nosotros hubiésemos de pasar por una evolución como ésta, por semejante valle de lágrimas por el cual hemos pasado y estamos aún pasando.
Se nos dice que la fuerza creadora latente en nosotros anteriormente y la cual estamos empezando a usar constructivamente, fue usada entonces por nosotros bajo la dirección de los ángeles, que cuidaban de que la procreación fuera llevada a cabo en momentos en que las condiciones planetarias fueran favorables. Entonces el parto era sin dolor. Todo era bueno en la Tierra. El Señor lo había hecho todo con esta cualidad. Pero vino un tiempo en el que los espíritus de Lucifer, que conocemos cómo los rezagados de la evolución de los ángeles, necesitaban un cerebro a fin de que pudiesen funcionar en el mundo físico. Por esta razón ellos nos enseñaron cómo poder usar nuestra fuerza creadora de una manera independiente de la dirección de los ángeles, de modo que, cuando un cuerpo tenía que ser arrojado a la muerte, como debía hacerse cuando se inutilizara, seria posible para el ser humano crear otro cuerpo.
Así tenemos estas dos clases actuando en distintas partes del cuerpo: los espíritus de Lucifer, que desde entonces han actuado sobre nosotros por medio de la espina dorsal y el cerebro, y los ángeles que tienen a su cargo la facultad de propagación, en cuanto ésta no se interpone a nuestra propia acción. Aquí, en este punto, es donde la libre voluntad y la elección intervienen y también la Ley de Consecuencia. Los animales no son responsables como nosotros; si un animal salta de una altura, se produce un daño físico, y esto es toda su responsabilidad. Pero si nosotros hiciéramos lo mismo provocaríamos semejantes resultados físicos y además tendríamos una responsabilidad moral, porque nosotros sabemos mejor que no debemos perjudicar innecesariamente el vehículo físico. Así, pues, la ley de Consecuencia está ligada a cada acto del ser humano después de haber éste alcanzado el estado de libre albedrío.
De un modo o de otro se nos comunicará cuándo hemos hecho algo malo. Los pesares y dolores han sido los maestros que nos han conducido por el buen camino, y a fin de que supiéramos a tiempo cómo obrar bien se instituyó la ley de Consecuencia. En el arca, que simbolizaba al ser humano, fueron colocadas las tablas de la ley, y también el vaso con el maná. La palabra "maná" no significa pan del cielo, sino el pensador, el Ego, que descendió de las esferas superiores. En casi todos los idiomas tenemos la palabra "man". En sánscrito, alemán, escandinavo, etc., y la raíz es la misma. En el arca está el pensador, y éste es llevado de allá para acá en el templo en el desierto durante el período presente de su evolución.
También está dentro de nosotros el poder espiritual simbolizado por la vara de Aarón, la cual, como recordaremos, floreció cuando todas las otras se quedaron estériles. Hay en cada uno de nosotros un poder espiritual que se ha hecho latente durante el tiempo de nuestra peregrinación por la materia, y es obligación nuestra la de despertar este poder. Muchas veces hemos hablado de este poder espiritual, de cómo su empleo trae bienes y bendiciones cuando es empleado como Parsífal lo hizo, y de cómo trae pesares cuando se abusa de él, como lo hizo Amfortas.
Este poder espiritual está latente actualmente, porque la humanidad, simbolizada por el arca en peregrinación, no se ha puesto en condiciones para recibirlo. Somos demasiado egoístas y tenemos que cultivar el altruismo antes de que se nos confíe la guardia de tan maravilloso poder.
San Pedro insiste mucho cuando habla de los instructores que pudiesen presentarse entre nosotros, cuándo habla de los falsos instructores y dice que mercantilizarán con nosotros. Son éstos aquellos que dan lecciones de ciencia espiritual, sobre todo de astrología al precio de cinco dólares, por ejemplo, cada lección. Pero nosotros tenemos que recordar que no es dinero sino méritos lo que vale para lograr el desarrollo espiritual, y que es imposible iniciar a una persona en cosas espirituales mediante el pago de dinero o de algo material. Así como es necesario el cargar la pistola antes de apretar el gatillo y que se produzca la explosión, igualmente es preciso que hayamos acumulado dentro de nosotros la fuerza, el poder espiritual simbolizado por la vara de Aarón antes de que podamos dar a este poder su empleo adecuado y legitimo. Y esta es una de las grandes lecciones que se desprende de la historia del arca.
Si continuamos caminando y yendo de encarnación en encarnación, y si no aprendemos alguna vez a obedecer la voz de Dios, a observar Sus mandamientos y a vivir la buena vida, no podemos esperar el llegar a la Ciudad de la Paz, sino que tendremos que contentarnos con permanecer en la tierra de los pesares y de los dolores.
¿Y cómo podremos entonces desarrollar nuestro poder espiritual? ¿Cuál es el camino, la verdad y la vida? En la gloriosa enseñanza de Cristo está indicado el triple camino. La humanidad ordinaria en el mundo entero está bajo el mandato de la ley, que obra sobre el cuerpo de deseos y le opone sus frenos. El pensador está siempre incitado a reñir con la carne. Pero bajo el mandato de la ley nadie puede salvarse. Hemos hablado también en nuestras enseñanzas del cuerpo vital; este es el vehículo, como dijo San Pablo, de amor y atracción. Si podemos vencer el lado pasional de nuestra naturaleza, si podernos substraernos a las vibraciones inferiores del amor, si podemos cultivar dentro de nosotros la pureza, y si podemos resistir a la tentación como lo hizo Parsifal, y vivir una vida pura, entonces cultivaremos diariamente dentro de nosotros un gran poder. Este es el poder del amor, que se expresará en nuestras vidas en la forma de servicios a los demás, y gradualmente aumentará tanto que será como la pólvora en la pistola cargada. Entonces el Maestro vendrá a vernos y enseñarnos cómo libertar el poder que hemos almacenado en nuestro ser interior.
Depende de nosotros mismos cuanto tiempo tengamos que caminar por el desierto. Cada uno tiene dentro de si mismo el poder latente que le ha de llevar a la Ciudad de la Paz, un sitio donde no hay pesares ni dolores. Cada uno de nosotros tiene que ponerse en camino alguna vez, y el primer paso es la purificación, porque sin la vida pura no puede haber progreso espiritual: "No podéis servir a Dios y a Mamón", se ha dicho. Pero "Mamón" es generalmente interpretado como el oro del mundo. Sin embargo, un hombre puede ocuparse de su negocio y cuidar de sus asuntos para el bien de todo el mundo, no en interés propio, sino haciendo todo lo que puede para los demás, y así no servirá a Mamón, por mucho dinero que acumule.
Una persona puede amar solamente a unos cuantos a su alrededor, pero existe un amor más elevado que vuela irradiado de ella hacia los demás, no en su propio circulo, el cual debe ser observado. Es preciso cumplir con todos los deberes para que de este modo podamos aprovecharnos de las oportunidades superiores a medida que se nos presenten.
Y de este modo tenemos que aprender nuestras lecciones de, servicio: servir a la humanidad, a los animales, a nuestros hermanos inferiores y al mundo entero. Estos servicios, y nada más, nos permitirán el salir del "desierto". Se ha dicho que aquellos que eran los superiores en el templo eran los que servían a los demás; y Cristo dijo: "El que quiera ser el más grande entre vosotros, debe ser el servidor de todos". Debemos todos esforzarnos para prestar este servicio. Con buena voluntad será fácil hacerlo. Entonces algún día, en un porvenir no muy lejano, oiremos aquella dulce voz, la voz del Maestro, que llega a todos los que sirven y escuchan la voz de Dios.
FIN
del libro "Enseñanzas de un Iniciado", de Max Heindel
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