miércoles, 17 de febrero de 2010

LOS CIELOS PROCLAMAN LA GLORIA DE DIOS - en you tube -


CAPITULO XVII 
LOS CIELOS PROCLAMAN LA GLORIA DE DIOS 

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"Los Cielos declaran la gloria de Dios y el firmamento muestra su obra. Día tras día se exterioriza por las palabras y noche tras noche se proclama su conocimiento. No hay discursos ni lenguaje donde su voz no sea oída. Su línea cruza toda la Tierra y sus palabras van al fin del mundo. En ellos El ha puesto un tabernáculo para el Sol, el cual es como un novio saliendo de su cámara y regocijándose como un atleta ante la perspectiva de correr una carrera." 
En todas partes alrededor de nosotros vemos cómo al levantarse el sol se esparce la luz y la vida; luego sube hasta lo más alto del cielo para ponerse después, al final del día, en el horizonte occidental en luminosa llamarada, con infinita variación de tonos de tan indescriptible belleza que ningún pincel es capaz de reproducir en el lienzo de un modo perfecto. Entonces la luna, luminar de la noche, se levanta sobre los cerros del Este, trayendo consigo hacia el cenit las innumerables estrellas y constelaciones, y siguiendo al Sol en su ininterrumpida danza circular; la escritura estelar describe así en el mapa del cielo la pasada, la presente y la futura evolución del hombre dentro del marco de los cambios constantes del mundo concreto, y sin descanso ni tranquilidad mientras exista el tiempo. 
En este siempre variable calidoscopio de los cielos hay una estrella, nada más que una sola, que permanece tan relativamente estacionaria, que desde el punto de vista de nuestra vida efímera de cincuenta, sesenta o cien años, es un punto fijo -la estrella del Norte-. Cuando el marinero sale en su nave sobre la inmensidad de los mares, él va confiado en llegar sano y salvo al puerto anhelado mientras se oriente por la estrella polar. No desmaya tampoco cuando nubes oscuras le esconden a esta guía, porque tiene una brújula magnetizada por un poder misterioso que en tiempo claro o con lluvia o niebla siempre apunta invariablemente hacia aquella estrella inmovible, y permite al navegante dirigirse por la llanura del mar con tanta seguridad como si viera la estrella misma. En verdad, los cielos proclaman lasmara villas del Señor. 
Y lo que sucede en el macrocosmos, el gran mundo fuera de nosotros, pasa lo mismo en el  pequeño círculo de nuestras propias vidas. Cuando nacemos, el sol de la vida se levanta, y  empezamos el ascenso durante los años de la niñez y de la juventud hacia el cenit de la edad madura. El mundo en su cambio constante forma nuestro alrededor ambiente, incluyendo padres, hermanos y cuanto nos rodea. Con amigos, conocidos y enemigos tenemos que hacer frente a la batalla de la vida, y la sostenemos cada uno con la fuerza que puede haber adquirido en sus vidas pasadas, pagando así las deudas contraídas y llevando las cargas de esta vida, quizá aumentando aún su peso, según nuestra sabiduría o ignorancia. Pero en medio de todas las diversas circunstancias de la vida y las vicisitudes de la existencia hay siempre una gran guía, que como la estrella Polar nunca nos falta a la vista; un guía siempre dispuesto, como la inamovible estrella en el cielo, para ayudarnos a dirigir la nave de la vida hacia el puerto de salvación: 
Dios. Es significativo leer en la Biblia que los sabios o magos, en su búsqueda del Cristo (Nuestro Gran Instructor Espiritual), siguieron también una estrella que les condujo a esta gran Luz espiritual. ¿Qué diríamos del capitán de un buque que abandonase el timón y dejase al buque ser arrastrado por la corriente, exponiéndolo así al azar de los vientos? ¿Nos extrañaría que este buque se estrellase contra las rocas y que él perdiese su vida en el naufragio? Seguramente que no. Lo chocante seria que llegase al puerto sano y salvo. 
En el cielo está inscrita en caracteres cósmicos una maravillosa alegoría. Igualmente está  escrita en nuestras vidas, y nos induce a renunciar a la vida siempre flotante de la materia,  para ir en pos de la vida eterna de Dios. 
No se nos deja sin guía, aunque el velo de la carne, el orgullo de la vida y las pasiones nos  cieguen durante algún tiempo. Porque, como la brújula magnética del marinero apunta hacia la estrella Polar, así el espíritu nos empuja hacia su fuente con unos deseos y ansias que no podrán nunca ser totalmente suprimidos por mucho que caigamos en las profundidades del materialismo. Muchos están actualmente buscando un remedio para esa zozobra interior; parece que hay algo que les empuja, sin que ellos sepan en qué consiste; hay algo que les lleva siempre adelante para buscar lo espiritual y llegar a mayores alturas a nuestro Padre que está en el Cielo. 
David dijo: "Si subo al cielo, tú estás allí; si hago mi cama en la tumba, tú estás allí y tu mano derecha ha de guiarme y sostenerme". En el salmo 28, dice: "Cuando yo considero tus cielos, el trabajo de tus dedos, la Luna y las estrellas que tú has ordenado, ¿qué es el hombre por quien tú tienes tan gran interés y el hijo del hombre que tú le has visitado? Porque tú le has hecho un poco más inferior que los ángeles y le has coronado con gloria y honor. Tú le has dado dominio sobre los trabajos de tus manos y has puesto todas tus cosas bajó sus pies". 
Todo esto no es nuevo para aquellos que están buscando la Luz y que han hecho todo lo que han podido para "vivir la vida"; pero el peligro está en que estos mismos pueden volverse indiferentes, o espiritualmente toscos. Por esta razón, como el timonel está siempre sobre aviso y observando a la brújula que le guía, así es de suma importancia que nosotros nos sacudamos continuamente, porque de otro modo nos dormimos y la nave de nuestra vida sale fuera de su rumbo. Debemos, pues, mirar con firmeza hacia esta estrella de esperanza, esta gran luz espiritual, la única cosa que merece la pena - la vida de Dios. 

del libro "Enseñanzas de un Iniciado", de Max Heindel 

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